martes, 20 de marzo de 2007

Sobre "Apreciaciones acerca del cuento como género literario".

Apreciaciones acerca del cuento como género literario.
Diógenes Valdez (Capítulo I).


El gesto como código de escritura circunstancial, la palabra escrita anterior a la hablada, el gesto mudo, la pictografía indiferenciada de la escritura, la confusión entre lenguaje y lengua, la escritura amarrada a lo intelectual, “la cosa con la cosa”, “la cosa por la cosa y demás cositas”, y ni hablar de referencias a escritores fuera de contexto como sucede en el caso de “La lengua y el hombre” de Malmberg. La verdad es que aislando ciertas afirmaciones presentes en este texto nos encontraríamos con un picantísimo humor negro. Pero no, se halla uno frente a un escritor que trata de desvincular seriamente a la lengua de los sonidos. Diógenes Valdez habla de leyes por convenciones, sosteniéndose siempre en teorías de otros, a quienes repite de forma tímida

“Si damos por sentado que los analfabetos son de origen gestual (¿??????), el hombre entonces, antes de contar cuentos de manera oral, los escribió con los gestos de su mano y su cuerpo, acompañándolos tal vez, con signos guturales a manera de onomatopeya, para dar énfasis a lo que relataba”. (Pág. 14)

Según Diógenes Valdez y sus analfabetos, lo oral se encuentra dividido de lo onomatopéyico. El cuento nace del gesto para hacer que progrese el entorno: aplauso a lo moral y lo didáctico (Quizás sea que confunde lo gestual con lo comunicativo y todo eso con lo cuentístico).

El cuento fue “depurándose en la medida en que el hombre fue superando escollos e inconvenientes de su propio existir”. ¿Cuándo ocurrió eso?, ¿Acaso no es todo lo contrario?, ¿el mito / cuento no nace de esa condición contradictoria? Y no tan solo contradictoria sino creciente a la inversa. La literatura, el mito, lo sacro, desde un inicio se sostienen en la imposibilidad del hombre. Algunos aluden que sucede por búsqueda de salidas a esa realidad irremplazable e inmejorable, otros (con una opinión mucho más interesante) por una reafirmación del artista en su dolor.

Valdez parece llegar a un punto luminoso cuando habla de Julio Cortázar, nos explica que fue un autor que hizo posible que comprendiéramos que en literatura todo es realizable; se olvida de ello mil veces al repetir constantemente las técnicas y teorías cerradas de otros sobre el cuento. Incurre en los mismos errores de su “magnánimo maestro”, escritor de “su valioso manual”, “magistral tratado”, “famoso”, “celebres apuntes” al abordar el deber de conocimiento del resultado final del cuento, la unitematicidad o el principio de unidad de impresión: “...en un cuento pasa solamente y solo una cosa”. Sería interesante preguntarle al señor Valdez, ya que es éste un texto didáctico, qué es eso de la cosa.

Un atrevimiento y quizás ignorancia es el acusar a Borges (que es un oasis en el desierto: “...el cuento, por su índole sucesiva, responde íntimamente a nuestro ser que se desenvuelve en el tiempo”) de irse por la tangente dando definiciones metafísicas sobre el cuento; porque no nos encontramos con una cita de carácter metafísico. Valdez sin embargo, tiene la osadía de decir que al finalizar el capítulo que “nos encontramos en pleno dominio de las técnicas...” del cuento; debería dejar de hablar por el prójimo.

La Fireluska.

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